Invertir en las comunidades: una oportunidad para transformar los territorios
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Januar Chaverra se describe como un hombre tranquilo, y a quien le gusta entender lo que necesitan las personas para ayudarles a gestionar las oportunidades. Es un hombre alegre que sonríe cuando habla de su familia compuesta de su esposa, 3 hijas y 1 hijo de 18 meses, que entre risa nerviosa confiesa es el consentido por ser el menor, aún así se muestra muy orgulloso cuando habla del colegio de sus hijas y la educación universitaria de su hija mayor, quien estudia ingeniera ambiental y música en una universidad en Bogotá. Esa misma sonrisa se ve cuando habla del territorio donde vive, y cuando dice que quiere ver a su región prosperar y mostrarle al mundo lo que el Chocó y el Medio Atrato tienen por ofrecer.
Januar conoce muy bien la zona, nació y creció en Quibdó, estudió primaria y bachillerato en el mismo lugar donde por las tardes jugaba fútbol, después viajó a Bogotá para estudiar Economía y especializarse en Derechos Humanos y Auditoría. Trabajó en algunas entidades estatales y un tiempo después volvió a las mismas calles que lo vieron crecer para trabajar por su territorio y “aplicar los conocimientos que tengo, que me han servido para canalizar recursos y fortalecer los procesos organizativos y productivos a nuestra gente” como el mismo dice.
Actualmente, como Gerente de Asprodema, la Asociación de Productores del Medio Atrato, trabaja apoyando a la comunidad en la producción y comercialización de arroz y ha sido uno de los enlaces principales entre la comunidad de agricultores y el Fondo Invirtiendo para la Paz, para la inversión de capital de trabajo que permitirá a la empresa mejorar sus instalaciones de producción y administrar los inventarios de manera adecuada.
Describe el trabajo con la comunidad como arduo, pero como algo que deja una satisfacción inmensa. No todo es fácil, la comunidad de productores, y la sociedad civil han sufrido las consecuencias del conflicto armado en su territorio, la falta de infraestructura y más recientemente de la pandemia del COVID 19.
“El principal problema que tiene nuestro territorio es el tema del orden público, hay muchos actores ilegales, y aunque la pandemia niveló la curva, los actores armados han retomado rutas y puntos estratégicos que de cierta manera afectan el regular funcionamiento de nuestra gente que hace parte de los consejos comunitarios” De igual manera, “la situación de pandemia ha afectado el tema productivo en donde aunque no fue muy fuerte en la parte rural, al haber mucho desempleo de la gente las producciones no se compraron en los diferentes mercados y se perdió mucho” dice Januar.
Históricamente, como en otras partes de Colombia, la violencia en Chocó está estrechamente asociada con el narcotráfico. Durante la década de 1990, como resultado de una represión del gobierno contra los grandes carteles de la droga de Medellín y Cali, el narcotráfico en Colombia se fragmentó en decenas de organizaciones más pequeñas, incluidos subgrupos dentro de la guerrilla y los paramilitares. Estos grupos libraron batallas territoriales para controlar las preciadas áreas de cultivo de coca y las rutas de tráfico. Chocó, con acceso tanto al Caribe como al Pacífico, fue una de las principales áreas de enfrentamiento, y fue la sociedad civil quien sufrió las consecuencias.
Así mismo el departamento del Chocó cuenta con un 68,4% de la población viviendo con un ingreso diario menor a USD 2,7 y un 38.8% con ingresos menores a USD 1,2 por día, haciendo que sea la región más afectada en Colombia en terminos de pobreza y desigualdad.
Durante años, la cooperación internacional ha jugado un papel fundamental en el apoyo a procesos agroindustriales en el departamento del Chocó ya que a través de donaciones se ha brindado asistencia y ayuda a las comunidades, sin embargo la duración y sostenibilidad de los proyectos se ven afectados una vez la asistencia y los proyectos finalizan, haciendo que las comunidades se acostumbren a este enfoque tradicional o que se pierda la confianza de las comunidades locales hacia las instituciones. “Las agencias se van y los que quedan en el territorio son las comunidades, y las comunidades deben tener la capacidad instalada.” Comenta Januar.
Por estas razones, desde 2019 Acumen ha trabajado de la mano con Asprodema para asociarse con la comunidad local y no sólo proporcionar el capital necesario para impulsar la comercialización de los productos, sino también para promover los emprendimientos para que de manera sostenible tengan resultados duraderos a largo plazo y ayuden a fomentar la confianza, la reconstrucción del tejido social y la transformación territorial de las comunidades que han sido históricamente afectadas por el conflicto y por la desigualdad.
“La forma de trabajar de Acumen es muy diferente, antes todo se manejaba con recursos dados en forma de ayuda, la gente se acostumbraba a eso y no se les veía una motivación, si se perdió la producción no pasaba nada. Esto es diferente porque es un compromiso en donde los recursos deben recuperarse, es capital que permite inyectar para fortalecer esas iniciativas. A nosotros nos parece excelente porque una empresa debe verse en ese sentido, que lo invertido sea viable y sea sostenible en el tiempo” comenta Januar.
En 2020, Asprodema, con apoyo de Acumen, creó Espiga del Atrato SAS como la compañía en la que se canalizarán los recursos y como una oportunidad que propone abordar diferentes problemáticas relacionadas a la producción y comercialización en la región del Medio Atrato.
“Espiga del Atrato yo la veo como el motor y la ficha que hacía falta en la cadena productiva, con ello vamos a potencializar la producción y comercialización del arroz, con el capital de trabajo que no se tenía antes” dice Januar. “Esta forma de trabajo me parece excelente porque uno no está tan solo, hay un equipo técnico y profesional que da muchas orientaciones para mejorar los procesos. Ahora la vemos como una empresa que le quita responsabilidades a Asprodema y ella misma empieza a dar respuesta y a presentar informes a sus creadores, para que pueda ser una empresa bullente y sostenible en el tiempo, además es una oportunidad para que las familias vinculen a los jóvenes y a las mujeres en las actividades productivas”.
“En el Medio Atrato hay mucha gente comprometida, muchos productores comprometidos, y ese compromiso se refleja en que quieren trabajar, y quieren contribuir a la economía del Medio Atrato y de Colombia, esto ayuda a disminuir la participación en hacer parte de los actores armados y dedicarse a otras actividades ilegales como la coca o el narcotráfico. Esa actividad que ellos están haciendo va a contribuir a la economía de un país y a la parte social del territorio”.
Para Acumen, USAID y el Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz, Januar, así como los 415 productores de arroz asociados a Asprodema, constituyen una oportunidad para demostrar la importancia de invertir en las comunidades, en las necesidades que ellos mismos han identificado y en soluciones que les permitan no sólo mejorar su calidad de vida y la de sus familias, sino también reconstruir el tejido social fragmentado por años de conflicto y de las consecuencias asociadas a la desigualdad económica. Así como crear oportunidades que dignifiquen sus labores y sean sostenibles en el tiempo.